lunes, 15 de noviembre de 2010

Lunes 15 de noviembre y Estado de la Cuestión

Y no sabes si detenerte o llover...
(Fito Paéz - Euforia)




Semana nueva. Hace ya días que no escribía en mi terapia diaria y no porque no lo necesitara. Imagino que la falta de tiempo. 

Me duele la cabeza, creo que me di un golpe. Y no hay nada de metafórico en mis palabras. Simplemente me di un golpe en la cabeza que hace doler toda la zona parietal izquierda con algo (bastante) intensidad. Teniendo en cuenta mi hipocondría (ya algo aplacada, gracias a dios) si me sigue molestando, recurriré a un médico. 

Otra vez aviones. Otra vez este fin de semana. Descansaré un poco la semana que viene pero últimamente me siento algo inestable (¿últimamente?). Últimamente algo más inestable que de costumbre, que ya es mucho decir. Y no sé si estabilizarme es un paso que debiera dar en algún momento o aceptar definitivamente que yo soy así y listo. Aferrarme a las cosas, luego, inevitablemente, me produce hastío. Si me sostengo, me amarro con fuerza a algo, irracionalmente, pensando que el equilibrio puede estar fuera mío, enseguida me desengaño. Poner demasiada intensidad en los demás es injusto para los demás y frustrante para nosotros porque el equilibrio nunca está fuera y porque yo a veces necesito nadar en aguas turbias. Porque, a veces, mi necesidad de cambio me pide el esfuerzo. 

Y así estoy ahora, con un dolor en la cabeza que me empieza a inquietar y ganas de hacer la plancha (aunque dudo que me dure mucho, ya veremos qué cosas salga a buscar a de ahora en más para no sentir que me quedo inmóvil en medio del camino... otra vez, la bola de éter...). Lo que siento es que necesito un cambio y otro (como diría Fito: "que algo cambie para no cambiar jamás") aunque creo que lo de no cambiar, lo de estar inmóvil, lo de hacer la plancha, dejarme estar, no pensar... francamente, no van con mi personalidad. Aunque vaya buscando nuevas obsesiones, nuevas preocupaciones, nuevos entretenimientos, nuevas personas... al final... soy yo y mi silencio lo único que me dejan en calma cuando las cosas pasan. Y quizá deba encontrar ese ancla en mi propia soledad, en aprender a estar conmigo misma sin esperar que los demás hagan ruido. Los demás, a veces, hacen ruido y no me dejan escucharme. Yo, la mayoría del tiempo, hago demasiado ruido y no escucho a los demás y, lo peor, no me escucho a mí misma. 

Hoy el lunes por la mañana. Este es el estado de la cuestión. 

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Miércoles 3 de noviembre (o como empeñarse en parecer una loser)

Si todo lo que tiene es un martillo
cualquier cosa que vea le parecerá un clavo
Observación de Baruch




Reflexión a la observación de Baruch: hay que abrir más a menudo la caja de herramientas, porque si vamos por la vida con el martillo en la mano, los clavos arrearán hasta nosotros. 

A propósito de clavos...


Un maniático lo que tiene (lo que tenemos los maniáticos) entre otras tantas cosas es que tenemos una fuerte tendencia de hacer de todas las cosas un tango, es decir, un drama. Esto nos provoca, no sólo dolores de cabeza, sino también un estado de ansiedad constante difícil de soportar (sobre todo, difícil de soportar para los demás). El lunes que fue festivo me sentía una bola de éter, un huracán quieto... tenía tanta energía que podría haber dado varias vueltas en círculo por la plaza de la esquina con la música a todo volumen. 


Lo que siente un maniático ansioso, además, es la necesidad de generarse preocupaciones de diversa índole y de diversa gravedad. Pero necesita estar preocupado o pendiente de algo. Si no, la vida nos resulta tediosa y carente de emoción. Ayer me pasó por ejemplo, que esperaba mientras terminaba las últimas páginas de una novela decimonónica, una llamada telefónica de relevancia más bien baja. Pero dado que la novela me estaba resultando ya difícil de digerir, la idea de "tener que estar pendiente de algo" me resultaba entretenida. La llamada nunca llegó, yo me di cuenta de que la llamada no había llegado justo antes de irme a dormir (entre que puse el teléfono sobre la mesa y me fui a dormir se sucedieron las siguientes cosas: llegó el señor con la compra del supermecado, tuve que guardar todo, descolgar la ropa lavada, hacer gimnasia por segunda vez en el día, etc, etc, etc) y cuando me di cuenta de que, efectivamente, el celular no había sonado, me generó una ansiedad en primer grado que me hizo que me costara conciliar el sueño. Hasta que me comí tres galletitas dulces y me entró un sueño bestial. 


El tema del teléfono nos resulta ideal para los maniáticos para crearnos una ansiedad. Hay otras situaciones ideales, léase: ir al médico, hacer un examen, salir con el tiempo justo para llegar a embarcar un vuelo, etc. Pero esperar una llamada telefónica es un tópico bastante idóneo. Ya sea cuando esperamos la llamada de un trabajo al que hemos postulado o cuando esperamos la llamada de alguien. En mi caso, pongamos un chico (Nota a quien se dé por aludido: a no emocionarse que hablo en general). 


Desarrollo de la situación: 
a) Dejamos el teléfono en un lugar visible y comprobamos que haya cobertura, no vaya a ser que el pobre llame y se encuentre con que nuestro teléfono no le da señal. 
b) Salimos corriendo cada vez que el teléfono suena: no quiero otra tarjeta; Internet me va bien y no quiero cambiar de compañía, mañana no puedo acompañarte a que te quiten los juanetes porque a esa hora trabajo, etc. Todo esto podría estar dándole señal de ocupado a quien realmente estamos interesados en que llame. 
c) Oímos que el teléfono suena. No... vaya, juraría que había sonado. Miramos bien que no esté en modo silencio. Por las dudas, subimos el volumen y ponemos el vibrador, cosa de que si me quedo dormida, se caiga al suelo y me despierte. (Atención: no quedarme dormida que justo llamará mientras duerma). 
d) Llama tu amiga para contarte que ha engordado y que el chico que está esperando que la llame, no la llama (vaya casualidad). Una hora al teléfono. Bueno, SEGURO que habrá intentado comunicarse ahora y le ha dado señal de ocupado. Investigo mis ajustes de llamada y compruebo que, aunque hubiera llamado, hubiera quedado registrada la llamada perdida. Ergo, NO LLAMÓ. 
e) No, por dios. Empezó el fútbol!!! Desde ahora, hasta las próximas dos horas, no llamará. Espero hasta las 22 (se acerca la hora en que yo duermo y el teléfono se desconecta). 
f) Hora de dormir. Desconecto porque peor que no llame ES QUE ME DESPIERTEN MIENTRAS DUERMO, entonces ahí sí, que George Clooney me puede decir que está viniendo a casa, que lo hecho con aceite hirviendo. 


Siguiente día por la mañana, enciendo el teléfono: NO LLAMÓ. Vaya! Otro día de ansiedad de primer grado. Estupendo, porque no tengo que buscarme hoy una nueva ansiedad. Ya tengo que: ir al correo a dejar el paquete (estoy agobiada), empezar a leer otro de los libros-bodrio, hacer el trabajo del libro-bodrio que ya me leí, darle clases a un alumno que no aguanto y ESPERAR A QUE LLAME. 


¿Saben qué les digo? A ver... que suena... ¿Hola?