sábado, 30 de octubre de 2010

Sábado 30 de octubre (Magia Blanca)

La magnitud de un espíritu se mide por la cantidad de soledad que es capaz de soportar


Este fin de semana es largo. ¿Demasiado? Veremos. Creo que por fin tendré tiempo de descansar y de ponerme al día con mis cosas. Este fin de semana me quedo sola y no he hecho planes. No quiero perder otro domingo tomando aspirinas y combatiendo la resaca. Ya tendré tiempo para ello en las próximas semanas. Por eso mismo, decidí tomarme vacaciones. Vacaciones de los demás... a veces desearía poder tomarme vacaciones de mi misma. Escucho los ruidos de la casa, el sutil ruido del agua de la pecera: constante. El ronquido de Benito "el gato" (quizá mentí un poco: no me quedé tan sola) y me pregunto por qué me SIENTO sola. Es raro: disfrutaba mucho de la soledad antes. Creo que vivir aquí ha sido todo un desafío: las paredes no son mías, ni la cama, ni el hueco en el vacío. Y eso me hace sentir insegura. No poder taparme con la manta por encima de la cara y cerrar los ojos segura de que está mamá en la otra habitación. Ya nada me resulta familiar. Ni yo misma me resulto familiar a veces. Y eso es lo que me hace sentir sola: ni la cama, ni el hueco, ni la pared, ni yo misma. 

Ha sido tan difícil encontrar referencias. Referencias de todo tipo. Creo que últimamente las he encontrado en mi sitio de trabajo. Allí me siento familiar. Me siento familiar al teléfono con mi familia, me siento familiar mirando algunas fotos, tocando mis libros... pero hay algo, un hueco que queda, una mano querida, alguien que me diga que todo va a salir bien. Que no importa lo que pase, todo va a salir bien, que de todo se vuelve, que uno mismo se basta para no estar solo, que uno debe cimentar su vida en aquello que hay de verdadero en nosotros y en los demás. 

Ahora estoy menos sola pero sigo buscándome. Quizá me encuentre pronto y encuentre las paredes blancas de mi cuarto y mi armario y mi tragaluz; el control remoto de la tele, el pasillo, la ropa vieja que está sin regalar, le heladera, al cocina a gas, la radio roja de Tani, Tani en su habitación, mamá subrayando el diario, papi tomando mate tirado en la cama, el gato pasando de mí, el perro medio ciego por los años, el pasillo de nuevo... he descubierto (shhh) que todo eso se puede traer hasta acá adentro si uno quiere. Y que la mano toca el vacío muchas veces. Pero el vacío es mi vacío. 

Seguiré buscando...

jueves, 28 de octubre de 2010

Jueves 28 de octubre (y la estúpida teoría de que los opuestos son complementarios)

No tengas miedo, no
me pelé por mi trabajo
Las lentes son por el sol
y para la gente que me da asco
Luca Prodan




No tengo ganas de hacer una reflexión sobre los hechos de ayer. O, en verdad, sobre el hecho de ayer ya que no me interesa reivindicar mi posición política: quien me conoce, sabe lo que pienso y ya está. Lo que sí me llama a reflexión son las consecuencias del hecho de ayer. Y tampoco me refiero a las "macroconsecuencias" que muy posiblemente esto tendrá sino a las "microconsecuencias", las que me han afectado a mí personalmente y seguramente a muchos de ustedes. 

En respuesta a mis dolor personal por la muerte de K, he recibido toda clase de mensajes. Incluso mensajes increpatorios, lo que me resulta francamente idiota: es gente que se vanagloria ante nosotros de pensar diferente y pretende darnos toda una lección de vida con sus discursos. Cada uno piensa lo que piensa y ya está. Y al que no le guste, que se tape los oídos y no escuche. Es cansino tener que justificarse todo el tiempo y tener que discutir por cosas que. al menos desde mi punto de vista, no tienen discusión.

Con respecto a este mismo tema están los que ya saben de antemano lo que uno piensa de todas las cosas aunque no hayan cruzado palabra con uno. En fin, decirles que poco me importa lo que nadie piense de mí. Es más, yo les daría un consejo: lean, estudien y -sólo si es estrictamente necesario- hablen porque hacer doler los oídos al prójimo es pecado. Y apuesto más fuerte: yo también creo que son unos pelotudos, sólo que soy muy "polite". 

En fin, descarga catártica. Nuestra identidad no sólo se forja con nuestros propios pensamientos, ideas, acciones, sino también (y casi tan importante como todo ello) en oposición al Otro, especialmente al muy Otro y quiero decirles algo: me alegra estar en la vereda de enfrente. 

Que les garúe finito. 

miércoles, 27 de octubre de 2010

Miércoles 28 de octubre o cómo deshacerse de la mufa ontológica

Vivir, solo cuesta vida
Ahora! Ya mismo! Puedo ajustar un guión de ropa sucia
Ropa sucia - Fuera! Ahora mismo! 
Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota




Antes que nada: hoy es el cumple de Rose y estoy pensando en ella. Desde acá le deseo un cumple lleno de Selva Negra y ya nos veremos en breve. 

Segundo: hoy sí que me levanté animada. Estoy contenta, parezco ir superando un poco la mufa. La mufa, la decepción, el hartazgo y he decidido emprender el viaje yo sola, como lo hago habitualmente. Y mi viaje sola tendrá spa y estancia en el centro. 

Mi primer pensamiento de esta mañana fue para conmigo misma, retomando una conversación larga mantenida anoche con un cercano amigo que reforzó un poco mi autoestima y en la que me expuso su particular "Teoría de la Relatividad". A veces, lo más evidente (me repito, pero lo había advertido y el que avisa no es traidor) es lo más difícil de asimilar. Parece increíble que uno sea capaz de elaborar pensamientos tan rebuscados y no ir a veces a lo simple. Volviendo a lo de esta mañana, me levanté muy animada aunque ese primer pensamiento (mientras hacía gimnasia) fue de reproche. Me reprocho (ahora ya un poco menos) no haber sido relativa. Y es que la Margarita Xirgu que llevo dentro a veces debería serenarse un poco y pensar. Y contar de 100 a 0 de dos en dos y mirar un poco de tele-basura. Porque si no uno piensa que vive dentro de un culebrón. Y no, ufff, la vida, por suerte es más sencilla que eso. De pronto recordé la letra de una canción de Fito Páez (van aflorando mis gustos musicales) que dice "Pensándolo un poco mejor / no sé quién te creés que sos", y efectivamente, solté la carcajada catártica que necesitaba, mire las cosas de nuevo y me reproché haber sido tan tonta. Me miré al espejo, me tire un beso y mis planes de seguridad en mí misma van ahora viento en popa. ¡Con spa y en el centro! 

Por eso, pienso que al menos he conseguido una vez más relativizar mis "problemas" (demasiada palabra) y seguir adelante, como lo he hecho siempre hasta ahora. Y es que sí: vivir solo cuesta vida; ropa sucia, afuera. 

martes, 26 de octubre de 2010

http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras?portal=0&Ref=2813&audio=0

Luna Lunera (o Ensayo Terapéutico II)

No te quedes sin labios
No te duermas sin sueño
No te pienses sin sangre
No te juzgues sin tiempo...
M. Benedetti




Es de noche ya, pero lo suficientemente temprano para seguir trabajando un poco más (tengo que terminar unas transcripciones para ya y el señor que habla inglés en mi IPOD es de algún país africano que desconozco y me resultaría más fácil transcribir silbidos de pastores). Además quisiera avanzar un poco más con "María" ya que tengo poco tiempo de hacer el trabajo. Vaya libro, "María". Me gusta, lo leí hace unos años, pero esa dinámica decimonónica de acallar las pasiones para terminar muriendo de epilepsia en la adolescencia me parece poco sano. Hubiera preferido, a costa de destruir el canon Romántico, que María y el soso de su primo apretaran el en zaguán y se dejaran de hinchar las pelotas con tanta cartita, florcita y cosita. 

Aún hay muchos tornillos que ajustar (y que espero ajustar de a poco) pero sigo pensando y pensaba en lo bien que me hace poder poner por escrito todo esto. Es cierto que contárselo a la doctora J. es menos trabajoso (aunque más costoso) pero pensaba en el poder sanador que muchas veces tiene la palabra. La Palabra, así con mayúscula, da igual oral que escrita. Y volviendo a "El hombre en busca del sentido" (ése era el título y creo que en algún post anterior cambié "sentido" por "destino") y trayendo otra vez a colación las sesiones de logoterapia escolares, creo que el hombre éste no se equivocaba tanto. Me intrigué porque cuando leí este libro tenía yo unos 16 años (y ya ha corrido agua debajo de este puente) y tengo presente el contenido en líneas muy generales. V. Frankl había estado en un campo de concentración y desarrolla la llamada "voluntad de sentido", es decir, qué hay en nuestras vidas que nos haga... bueno, como diría M. Mundstock la razón por la cual "no nos matamos". Y en este proceso interviene la palabra. Poder verbalizar nuestros estados emocionales nos sana, no obstante nos hace sentir vulnerables porque verbalizar algo implica darle entidad, sacarlo de la cabeza, del ámbito de la pura idea, para que tome forma, para que eso exista. 

Y si eso existe y somos capaces de verlo, es más doloroso. Pero como no podemos luchar, como no podemos derrotar cosas que no existen, es necesario dotar estos pensamientos de realidad ontológica para poder hacerles frente. Luego, la resolución será dolorosa y tendrá buen o mal resultado. Pero habremos sanado. Habremos dejado de lado la idea obsesiva, dejamos de tenerla como simple idea y le damos la importancia que en verdad tiene, porque si no la tuviese, no nos atormentaría. 

Decir algo es hacer que ese algo exista. Darle forma, enfrentarlo, parirlo dolorosamente para luego secarnos las lágrimas si es necesario, soltar una carcajada si es necesario y dormir con la cabeza bien apoyada en la almohada. Y dormir en paz. 

Martes 26 de octubre y cómo recuperar la autoestima antes de ver a mi psicóloga

A vampire or a victim; it depends on who's around
U2



Pensé en amanecer repuesta. Sin embargo, no aunque por fin dormí profundamente. Eso se debe a que estaba realmente cansada. Pero esperaba que la sensación de caminar sobre un puente colgante se hubiera, al menos, disipado un poco. El puente sigue moviéndose hoy también. Me tranquiliza saber que el movimiento suele ser sinónimo de cambio. Mamá me dijo una vez que parece que yo siempre busco cosas para no estar tranquila. Que constantemente estoy detrás de objetivos que me hagan sentir angustiada. Me acuerdo que cuando me lo dijo estábamos en el living de casa, yo sentada en el sofá y ella con los anteojos puestos, leyendo el diario en su escritorio. Recuerdo que fui a decirle que me sentía mal y no sabía por qué. Sensación que me persigue a menudo y que intuyo que es un mal (¿?) heredado de familia. Mi papá asegura que nuestro abuelo era igual: se sentaba en la puerta de la casa y decía "si en los próximos 10 minutos pasa un coche azul, esta noche me muero". Mi papá me dijo una vez que la gente que no se angustia nunca es imbécil. En fin... hoy estoy angustiada y poco segura... ¿cambios en puerta? Posiblemente. 

Cuestión que detalles aparte (que no son realmente significativos sino más bien síntomas de mi estado general) llevo de un tiempo para acá con una inseguridad sobre mi misma que no experimentaba hace mucho tiempo. Desde el día que en que decidí ser segura de mí misma. Hay quienes dirán que eso no pudo haber pasado de un día para el otro, que las cosas llevan un proceso. Seguramente sea así aunque yo no he sido consciente de ese proceso. Simplemente un día, me levanté segura de mi misma. ¿Cómo sucedió esto? Introduciendo un pensamiento muy sencillo en mi cabeza y no siempre muy fácil de aceptar a pesar de su sencillez: no importa cómo de buenos, de feos, de bellos, de malos seamos, simplemente hay gente que nos querrá porque sí y hay gente que no nos querrá. Y aceptar este hecho es la clave para la seguridad en uno mismo. En la "era del color" -como diría Charly- parece que todo en la vida pasara por  la simple imagen. Creo que esa imagen de mi misma, la física pero también la proyectada, muchas veces me juega malas pasadas. Uno vive pendiente a veces de una imagen que es muy relativa, muy débil, muy frágil cuando no está solventada en la propia seguridad, en el "yo puedo". ¿Querer es poder? Poder es poder. 

Mamá se maravillaba en agosto de mi voluntad para hacer ciertas cosas: siempre fui prusiana con el estudio, con el trabajo, con la disciplina para hacer deporte. Y me recordó aquella vez que tomé la determinación de cambiar mi vida hace ya muchos años, eligiendo no comer más porquerías. Esto a simple vista puede parecer una estupidez pero en verdad recuerdo que simplemente un día tomé la decisión y voilà, lo hice. 

Entonces estando conforme y convencida de que si bien es cierto que la propia autoestima se forja en la imagen proyectada y en la devolución del Otro, la realidad (si repaso mis últimos diez años de vida) es que he tenido más victorias que derrotas y aceptación general. Hay muchas cosas que sé que podría cambiar "para ser mejor" pero -como dice Fito Páez- "vos también tendrás lo tuyo corazón". 

Hoy tomé la decisión de volver a estar segura. No importa lo que nadie diga de ahora en más. Ya lo hice una vez. Lo puedo hacer dos (o tres si fuera necesario). Y el espejo donde nos miramos puede devolvernos cosas que no nos gustan, igual que los Otros. El espejo es ese Otro que no siempre nos dice lo que queremos escuchar. Por suerte, la calle está llena de espejos donde mirarse...

lunes, 25 de octubre de 2010

Buenas noches por las noches (Ensayo terapéutico I)

Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros. 
G. Marx





Hoy termina mi primer día de auto-terapia caligráfica. Y no podía terminar menos que con un ensayo terapéutico. Sería como el examen de conciencia del final del día, sólo que no tengo ningún confesionario cerca y me da pudor contarle mis cosas al cura del barrio. Prefiero sentarme tranquilamente en mi computadora y reflexionar sobre qué me ha dejado el día además de un cansancio soporífero y una bodrio de libro esperando en la mesa de luz que es mejor somnífero que un Valium 500. 

Antes de dormirme hasta mañana temprano, cuando el insoportable ruido del despertador me confirme que -una vez más- no he tenido tiempo de descansar nada y que llevo acumuladas más horas de sueño de las que querría, se me viene algo a la cabeza. Una vez más mis pesadillas diurnas recurrentes. Esta vez me acecha la indecisión, el empeño y la falta de él. La facilidad que tengo para tomar decisiones en muchos aspectos de mi vida, la facilidad que tenido para cortar de cuajo muchas situaciones... otra vez la racionalidad y la falta de ella. 

Y me pregunto -ahora sí desde el sentido y la razón- por qué me empaco como una mula con determinadas cosas que no me interesan en absoluto. Siempre ha sido así: me meto algo en la cabeza y se vuelve el monotema, la idea fija, la imagen recurrente... hasta que un nuevo monotema aparece y entonces todo lo que me ocupaba hace unos días se diluye, como si nunca hubiera existido.

Voy a hacer el intento esta noche, no de cambiar esta tendencia tan arraigada en mi persona... sería como intentar de golpe dejar de cabecear la almohada (guiño para entendidos). Pero voy a dormirme con un nuevo monotema en mente, un monotema grande, ambicioso, más irrealizable, menos prosaico y obvio que el que me ocupa ahora. Me voy a dormir dejando mi actual monotema en el pasado, lejos, fuera de todo alcance porque el monotema nuevo se presenta como un globo de helio brillante y difícil de alcanzar: está pegado al techo y tengo que subir una larga escalera en caracol para alcanzarlo. El monotema viejo se desinfla, vuelve a mí, se infla un poco, se vuelve a evaporar, llega, existe, sube, se diluye y vuelve a ser sólo un bobo monólogo, un hit de verano (que uno escucha, que uno baila) pero esperando a la gran melodía. 

Me voy a dormir y mañana "no habrá más penas ni olvidos", no habrá más pequeños monotemas. La indecisión es mía, pero déjenla soñar con proyectos más grandes. 

Chau, monotema, esta vez no: no te voy a extrañar. 

Violín y otras cuestiones

Amar es nunca tener que pedir perdón; conjeturar es nunca tener que rectificar


Se me termina la tarde y ya con vistas a recuperar la confianza de mi terapeuta que no sólo se alegra de volverme a ver y llenar las arcas de su céntrico despacho sino que me escribe que "recuerda que todo se puede solucionar". Me suena a eso de que "todo tiene solución menos la muerte" que todos te lanzan como una reflexión de lo más elaborada y es, en verdad, una somera boludez porque hay muchas cosas que no son la muerte que no tienen solución. Por ejemplo, y muy a propósito de lo que me pasa a mí alguna vez, si uno escribe un mail y lo manda, eso ya no tiene solución. Bah, la tendría si uno fuera un psicópata como para intentar robar la clave del receptor de nuestro mensaje, entrar a su cuenta de correo, borrar nuestro mail y de paso mirar qué es lo que tiene por ahí. Por suerte, aún no he llegado a eso aunque (siguiendo con los dichos populares) "nunca digas de este agua no he de beber". 

Recuerdo que una vez una compañera del colegio a la que le gustaba mucho otro compañero nuestro y recién estábamos todos en la onda del correo electrónico, el chat, el ICQ (¡¡¡!!!) me dijo que lo que más le gustaba de escribirle mails a nuestro compañero C. es que después podía borrarlo todo. Es decir, se le declaraba cibernéticamente (a pesar de que lo veíamos todos los días en el colegio) y después, se arrepentía y guardaba el mensaje en Borrador o directamente lo borraba. Como la canción de Andrés Calamaro, ¿no? "Una carta te di, que nunca escribí, que nadie leyó... hoy 10 años después todo sigue igual: nunca te llegó". Bueno, esto parece tonto pero lo peor es cuando uno escribe una sarta de cosas en un correo electrónico le da a "enviar" y al segundo siguiente nos estamos lamentando como el atormentado autor del Salterio. 

Esto me pasa frecuentemente y desearía que este invento de la tecnología no existiese en absoluto o que tuviese al menos una opción: "¿usted quiere verdaderamente que su destinatario lea esto? ¿Está segura? ¡Piénselo de nuevo! ¿No se va a arrepentir después?". En fin... 

Lunes por la tarde y la respuesta de la Psico no se hizo esperar...

Un objetivo es un objetivo, no una obsesión


Regreso de comer y, desde luego, la vida se ve mucho mejor después de que uno se toma un helado. Aunque haga un frío que pela. Recibo mensaje de la doctora J. donde me da nueva cita para retomar la terapia. Ni un solo reproche de mi última "huida hacia adelante" lo traerá a colación amablemente la próxima vez que nos veamos. Me voy a anotar en un papel una serie de excusas. Nota mental: hacer esto. 
Volví, sin embargo, con un fastidio ontológico. Reconozco la parte superficial de este fastidio, sería fácil de solucionarlo. Pero desisto porque normalmente el "llamado a la solidaridad" que solucionaría (insisto: sólo superficialmente) mi fastidio ontológico suele ser como un círculo vicioso y yo suelo tener la sensación que tendrá la bola de éter: la de tener que dar un par de gritos y cachetadas catárticas que (desde luego) nunca se van a materializar. O sea que no me serviría de nada. O sea que, como diría la canción, mejor "let it be". Claro que lo que uno piensa racionalmente poco tiene que ver con lo que uno emocionalmente quisiera hacer. Si todos fuésemos tan estupendamente racionales, todo sería mucho más fácil aunque menos divertido. No obstante, hay días que prefiero divertirme y hay días que prefiero que las cosas salgan redondas, justo como la diana. Si puedo evitar los pensamientos obsesivos esta semana, estaría dando un gran paso (no para la Humanidad pero sí para mi misma). Como planificar mis emociones con una semana de anticipación es una osadía que (dudo francamente) pueda lograr, entonces planifico tomarme un cortado y seguir trabajando durante las próximas horas (digamos hasta las 6 de la tarde). Y mañana posiblemente haga lo mismo hasta que llegue el fin de semana en donde tengo bastante tiempo para pensar (aunque no demasiado) y ya tendré que buscar recursos diferentes. Por lo pronto y considerando que mi fin de año va a ser movido, el próximo fin de semana procuraré ponerme a escribir porque llevo retraso con los trabajos.
¿Estoy un poco enojada conmigo? Más que enojada, quiero cambiar y cambiar, hasta que nadie que no me conozca me reconozca. Mientras tanto (y seguimos en el orden de lo premeditado): "China ataca a Kamchatka". 

Lunes 25 de octubre y cómo retomar la sesión luego de haber plantado a mi terapeuta

La felicidad es de los que se bastan a sí mismos 
Aristóteles





Hoy he desayunado normal. Estaba un poco pendiente de la báscula porque creo que el sábado me he excedido en el alcohol. No quiero ser la Bridget Jones hispano-parlante pero debo confesar que tengo una rutina de apuntes bastante parecida a la de la gordita simpaticona ésta. En fin. El domingo -y pese a un constante dolor de cabeza que no me dejaba encontrar la posición en el sofá- al menos he conseguido trabajar un rato aunque me resultó imposible hacer nada más. Y hoy he recordado que planté a mi terapeuta hace algunos meses. Me he dado de alta sola y creo que -sin querer hacer apología de mis estados mentales- lo mejor hubiera sido esperar a que ella misma me dijera "estás curada" o al menos "Salí tranquila a la calle: los duendes no te persiguen y el vendedor de La Farola tampoco". O sea que decidí ponerme en contacto con ella una vez más y estoy esperando respuesta a mi nueva petición de cita.

Mi historia con los terapeutas ha sido larga, dolorosa en muchos casos, y en muchos casos lo que se lloraba en casa, se carcajeaba en el consultorio. Pero no voy a olvidar la primera vez que fui al consultorio de la doctora M. cuando tenía 15 años o quizá 16. Tenía un consultorio grande, lleno de libros en Barrio Norte creo recordar. Hablaba bajo muy bajo, o por lo menos eso me parecía a mí porque yo suelo hablar alto, muy alto, casi a los gritos y en estado de emoción violenta habría que traer a un técnico de estos que miden los decibeles en los trabajos porque creo que soy capaz de emitir sonidos fuera del alcance de la tolerancia humana. Lo cierto es que yo acababa de leer "Hombre en busca del destino" (corríjanme si ese no es el título exacto) de V. Frankl y esta lectura había suscitado que mis amigas del colegio y yo adoptáramos el término "logoterapia" cada vez que queríamos hacer catarsis colectiva (que gracias a dios, jamás terminó en suicidio masivo). La doctora M. era seguidora de la escuela de V. Frankl y de su sanación a través de la palabra y me pasaba la hora de consulta con la caja de pañuelos descartables en la mano. No sé muy bien qué decía, pero lloraba a moco tendido. Y fui algunas veces y lo dejé finalmente bajo la desaprobadora mirada de mi madre que me decía que la doctora M. era muy buena. Decidí cambiar de terapeuta por primera vez. 

Y el hecho de que hoy escriba responde a lo que yo llamo "el principio de cambio" que he experimentado otras veces en mi vida y que tuvo como lugar extensos correos enviados a mis amigos de Buenos Aires y algunos amigos más cercanos (aunque no siempre igual de receptivos) y me pareció mejor "aglutinar". 

Hoy puntualmente me he levantado enojada (¿con quién? No lo sé pero conmigo misma, no. ¿Con la situación? Quizá. ¿Con qué situación? A determinar. Varias, supongo). Y me he querido pronunciar y dejar de escribir en papelitos y posavasos de papel. Hoy no agarré papelito o posavaso pero me propuse poner en alerta a los posibles lectores de este blog: muchas veces diré algo, lo refutaré enseguida, volveré sobre lo mismo, destruiré, deconstruiré e inventaré, seré realista y no tanto. 

Hoy empieza el "Principio del cambio". A ver cómo lo llevo...