domingo, 20 de enero de 2013

"Vivir sólo cuesta vida"

Patricio Rey


Mucho tiempo pasó ya, es cierto. Unos pocos meses y pareciera que todo, simplemente, volvió a ser como antes. O al menos, yo imaginaba que todo podía volver a ser como antes. Imposible porque yo ya no soy la misma persona que antes. Por suerte. 

¿Y si pudiera volver al pasado? Recordar. Habrá que quitarle romanticismo a eso de recordar. Recuerdos, sí; obsesiones, no. Y empiezo a transitar un camino en donde muchas veces me siento ahogada, sobrepasada. Pero en el que estoy segura de que sólo depende de mí hacer que los dragones desaparezcan. 

Si el presente es este. Si este es mi cuerpo y esta mi presencia. Si ahora es cuando me toca vivir. Si el pasado no se puede cambiar, ¿por qué crear gigantes de las sombras? Ya no hay nadie ahí, ya no hay nada del pasado que me pueda afectar. Ya hay cosas que quedaron guardadas. Hay cosas irrevocables y verdades irrefutables, gente que no va a volver, lugares que quizá no vaya a volver a transitar. Todo lo malo del pasado entra en este globo que soplo, en este globo que anudo y que se va por la ventana definitivamente. Ahora sí, aquí adentro, en el cajón, guardo recuerdos entrañables que me llevan a un lugar en mi fantasía que ya no es pasado tampoco. Mis recuerdos son como burbujas, como mariposas de papel. Son sonidos, olores que creo volver a sentir debajo de la piel. Son fotos vívidas de un momento que está fuera del tiempo, son pequeñas porciones de eternidad. Quizá algo de este presente, quizá mucho del futuro, un día quepa también en el cajón. 

Vivir esta presencia que hoy llevo flotando por las calles, que sube rauda las escaleras, que arrastra verde entre las rocas. Vivir esta presencia en la que el recuerdo y la experiencia de lo transitado me fortalecen. Vivir con todo esto que soy yo ahora, que abrazo yo ahora, que siento yo ahora. 

Vivir hoy esta presencia en este cuerpo. Vivir hoy. 



























domingo, 15 de julio de 2012

Siempre nos quedará Madrid

"Servíme algo, Mirta...
parece mentira el verte como antes"

Sí, hace un año lo planeaba pero agosto de 2011 fue decisivo para acabar de concretar mi regreso a Buenos Aires. Increíble. Aunque siempre supe que volvería más pronto que tarde, estos días guardo mis cosas en cajas, revuelvo cajones y armarios como si fuese a buscar un tesoro y descubro que, además de que acumulé cualquier cantidad de basura inservible (este concepto es un poco redundante), pasé los últimos 6 años y medio de mi vida en Madrid. Y ahora me voy. Y siento como si, en realidad, nunca me hubiese ido. Ahora sí, me vienen a la cabeza muchos recuerdos de los primeros tiempos: el departamento compartido con dos heavies en Islas Filipinas, las salidas a La Chocita Sueca, las clases particulares... y ahora que sólo quedan dos meses para, por fin, subirme al avión que me llevará de nuevo a casa, ahora me vuelvo a sentir por primera vez en seis años, como ese primer tiempo en Madrid en el que -parafraseando a Los Redondos- parecía que era feliz. Yo creo que lo fui en gran medida; creo que fui -con altos y bajos- muy feliz todo este tiempo. Y ahora, a veces, de vez en cuando, me agarra una inquietud que se parece mucho a la incertidumbre pero que se va, indefectiblemente, se va porque todos estos años hice un aprendizaje muy importante: aprendí quién soy y qué es lo que quiero. Madrid siempre estará en las canciones de Sabina, en las cañas de cerveza, en las tapas, en la Puerta de Sol, en los paseos por la noche por el barrio, en las pelis de Almodóvar... el otro día viendo o re-viendo "Carne Trémula" me emocioné mucho con esos primeros 15 minutos que muestran al Madrid que me imaginaba: la puerta de Alcalá imponente, luminosa, que no da a la gloria -como diría Joaquín- es cierto, pero que se me había apagado y que volví a ver imponente y luminosa hace cosa de un mes, cuando caminaba hacia Cibeles a las 4 y media de la mañana para tomar el bondi al aeropuerto. 
"Siempre nos quedará Madrid", dirían los personajes de una película que no existe y que si existiese sería una mera copia barata. Pero sí, siempre quedará. Porque ahora podré decir: "cuando vivía en Madrid...". Y se me ocurren mil historias, muchas personas, muchos lugares de los que, dentro de muy poco, empezaré a hablar en pasado. 
Pero ahora todavía no, no toca, paso a paso. Ahora y hoy estoy, estamos, acá y queda Madrid para rato. Y queda el Madrid mejor: el de mis películas. 

lunes, 11 de julio de 2011


Hoy me perdí amar con planificación
pero gané a lo que partió con la prudencia...




Yo que pensé que nunca iba a caminar sobre el agua. Aquí me encuentro escapando a la terapia tradicional porque alego "no tener tiempo", hecho que me fastidia, que es real porque aunque los días sean más largos, yo no entiendo cómo se me pasan de rápido últimamente. 
Tengo un reloj, una cuenta regresiva, unos palotes en la cabecera del sofá, un montón de libros que no sé cómo me voy a llevar. Una casa que imagino llena de plantas, con el gato sentado en la terraza, con muchos libros y con una silla mecedora...
Todo esto me recuerda la casa de alguien ha quien he admirado con tesón férrea y que no está tan lejos como imaginaba (una cosa que he perdido: la capacidad de calcular distancias... hay cosas tan cerca, tan lejanas, tan distantes y tan cercanas que ya mido sólo emocionalmente... esas distancias sólo existen en el privado ámbito de mis difusas emociones). 
Y parezco actuar con el impulso, me impulso y avanzo, me impulso y sigo, me duermo y sigo caminando dormida. No sé si va a parar de dar vueltas... rectifico: no se si voy a parar de dar vueltas aunque el movimiento duele más que el estatismo yo me muevo hacia adelante y sobre mi propio eje, como el sol, ¿como el sol? Y doy luz y calor como el sol, aunque a veces es de noche y entonces el sol no ilumina. 
Y me apego a una idea (sensación) y la dejo, me apego a otra y soy la que se mueve y la que intenta agarrarse y la que intenta mirar un punto fijo y la que se dice cómo debería ser todo aunque todo (¡gracias a dios!) es diferente a como "debería ser". Todo es como es... sin más dislates, sin más condiciones... 
Yo soy la que se mueve y la que no pone los pies en la tierra. ¿Para qué quiero los pies en la tierra? me pregunto... ¿por qué no fijar los ojos en el cielo y seguir así, así dando vueltas? 
Hoy tiemblo y mañana, seguramente también... Y miro a los ojos y me acuerdo y me olvido y me acuerdo... y así... 

miércoles, 1 de junio de 2011

El Cuento de la Buena Pipa

Me encuentro a pocos días de terminar el Máster que empecé con entusiasmo y que ya acarreo hasta el cadalso el viernes que viene. Nunca entendí (y menos lo entiendo a esta altura del campeonato) que los profesores nos den para memorizar manuales completos de literatura para que "desembuchemos" en un montón de hojas sin renglones y que no nos hagan hacer una reflexión madura de los contenidos. Los exámenes enciclopédicos habría que suprimirlos de la educación superior, donde no queremos "enunciar las características de la Generación del 27" como si fuésemos colegiales. Además me genera ansiedad. Tengo 200 páginas pendientes y estoy poniendo en duda mi capacidad de acabar con ellas en 4 días, lo que me parece absurdo pensado racionalmente. Pero ahora mismo no estoy siendo racional... imagino que el viernes 10 a esta misma hora estaré mucho más optimista. 
Por lo demás ha ido todo muy bien desde la última vez que anduve por acá. Sigo trabajando (lo que en estas coordenadas espacio-temporales en las que he decidido vivir de forma transitoria es bastante valioso) y he adelantado mucho en otras cuestiones que daban vueltas como mi regreso a Buenos Aires. Ya lo tenía medianamente decidido pero, finalmente, he comenzado a preparar mi candidatura al CONICET y lo veo factible, por eso estoy siendo seria con mis tiempos. 
Me estoy respetando más, cargándome menos de cosas innecesarias, soltando amarras viejas e inservibles, preocupándome por lo que me resulta esencial. A veces uno pierde el objetivo de las cosas, pero yo he tenido la precaución de haber seguido caminado (a veces a oscuras, es cierto). 

lunes, 14 de marzo de 2011

Ésa es la historia...

Si nos inunda el asfalto
de sensaciones profundas
gocemos bien nuestro ahogo
que es nuestra imagen fecunda. 




Sí, al final, todo es mucho más sencillo de lo que nosotros lo hacemos. Todo es sencillo si no fuera porque nuestras propias limitaciones nos hacen ver las cosas complicadas. El mundo está ahí (tan cerca que es vertiginoso, debo decirlo) y nosotros no estiramos la mano por miedo a caernos en la colchoneta. Nos podemos hacer un chichón o un moretón en en cuerpo, como mucho, pero siempre nos podemos levantar (aunque sea rengueando por un tiempo) y seguir adelante. No hay nada que debamos temer más que a nuestros propios miedos. 
Predisposición anímica: excelente (mi predisposición anímica es, paradójicamente, inversamente proporcional a mi estado de salud. Sufro en silencio). 
¿Por qué? Básicamente, cuando veo mi horizonte de expectativas despejado y soy realista con lo que puedo llegar a hacer, segura de que los plazos están acordes a los objetivos, simplemente sonrío. Cuando veo que mis planes de ocio son viables, sonrío. Cuando siento que sólo puedo ser más feliz de lo que soy, sonrío. 
Viajaré y conoceré lugares nuevos, viajaré a los lugares de siempre. Y pondré mis primeros ladrillos simbólicos (¡los ladrillos de verdad ya están puestos!en la vida que quiero (que estoy desde hace tiempo) construyendo. Iré paso a paso, pero con pie firme. Mis sueños están puestos en un lugar y cada día que pasa me siento cada vez más cerca. 

Leo sobre Benito Pérez Galdós y quiero comprarme todos los Episodios Nacionales. Anotar en la agenda: ir a mi librería de viejo y comprar todos los Episodios Nacionales. Leerlos en orden. 
Buscar a Rosalía de Castro en gallego y decidir sobre mi relación con ella. Si será o no la elegida en los próximos dos o tres años. Tendrá que ser muy especial. Tendrá que convencerme de que es mejor que el resto ya que me supondrá tratar con ella un esfuerzo extra. 

Sigo en mis cosas. Sigo siempre hacia adelante aunque mire mucho hacia atrás. Siempre es bueno (sólo de vez en cuando) mirar hacia atrás. 

lunes, 15 de noviembre de 2010

Lunes 15 de noviembre y Estado de la Cuestión

Y no sabes si detenerte o llover...
(Fito Paéz - Euforia)




Semana nueva. Hace ya días que no escribía en mi terapia diaria y no porque no lo necesitara. Imagino que la falta de tiempo. 

Me duele la cabeza, creo que me di un golpe. Y no hay nada de metafórico en mis palabras. Simplemente me di un golpe en la cabeza que hace doler toda la zona parietal izquierda con algo (bastante) intensidad. Teniendo en cuenta mi hipocondría (ya algo aplacada, gracias a dios) si me sigue molestando, recurriré a un médico. 

Otra vez aviones. Otra vez este fin de semana. Descansaré un poco la semana que viene pero últimamente me siento algo inestable (¿últimamente?). Últimamente algo más inestable que de costumbre, que ya es mucho decir. Y no sé si estabilizarme es un paso que debiera dar en algún momento o aceptar definitivamente que yo soy así y listo. Aferrarme a las cosas, luego, inevitablemente, me produce hastío. Si me sostengo, me amarro con fuerza a algo, irracionalmente, pensando que el equilibrio puede estar fuera mío, enseguida me desengaño. Poner demasiada intensidad en los demás es injusto para los demás y frustrante para nosotros porque el equilibrio nunca está fuera y porque yo a veces necesito nadar en aguas turbias. Porque, a veces, mi necesidad de cambio me pide el esfuerzo. 

Y así estoy ahora, con un dolor en la cabeza que me empieza a inquietar y ganas de hacer la plancha (aunque dudo que me dure mucho, ya veremos qué cosas salga a buscar a de ahora en más para no sentir que me quedo inmóvil en medio del camino... otra vez, la bola de éter...). Lo que siento es que necesito un cambio y otro (como diría Fito: "que algo cambie para no cambiar jamás") aunque creo que lo de no cambiar, lo de estar inmóvil, lo de hacer la plancha, dejarme estar, no pensar... francamente, no van con mi personalidad. Aunque vaya buscando nuevas obsesiones, nuevas preocupaciones, nuevos entretenimientos, nuevas personas... al final... soy yo y mi silencio lo único que me dejan en calma cuando las cosas pasan. Y quizá deba encontrar ese ancla en mi propia soledad, en aprender a estar conmigo misma sin esperar que los demás hagan ruido. Los demás, a veces, hacen ruido y no me dejan escucharme. Yo, la mayoría del tiempo, hago demasiado ruido y no escucho a los demás y, lo peor, no me escucho a mí misma. 

Hoy el lunes por la mañana. Este es el estado de la cuestión. 

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Miércoles 3 de noviembre (o como empeñarse en parecer una loser)

Si todo lo que tiene es un martillo
cualquier cosa que vea le parecerá un clavo
Observación de Baruch




Reflexión a la observación de Baruch: hay que abrir más a menudo la caja de herramientas, porque si vamos por la vida con el martillo en la mano, los clavos arrearán hasta nosotros. 

A propósito de clavos...


Un maniático lo que tiene (lo que tenemos los maniáticos) entre otras tantas cosas es que tenemos una fuerte tendencia de hacer de todas las cosas un tango, es decir, un drama. Esto nos provoca, no sólo dolores de cabeza, sino también un estado de ansiedad constante difícil de soportar (sobre todo, difícil de soportar para los demás). El lunes que fue festivo me sentía una bola de éter, un huracán quieto... tenía tanta energía que podría haber dado varias vueltas en círculo por la plaza de la esquina con la música a todo volumen. 


Lo que siente un maniático ansioso, además, es la necesidad de generarse preocupaciones de diversa índole y de diversa gravedad. Pero necesita estar preocupado o pendiente de algo. Si no, la vida nos resulta tediosa y carente de emoción. Ayer me pasó por ejemplo, que esperaba mientras terminaba las últimas páginas de una novela decimonónica, una llamada telefónica de relevancia más bien baja. Pero dado que la novela me estaba resultando ya difícil de digerir, la idea de "tener que estar pendiente de algo" me resultaba entretenida. La llamada nunca llegó, yo me di cuenta de que la llamada no había llegado justo antes de irme a dormir (entre que puse el teléfono sobre la mesa y me fui a dormir se sucedieron las siguientes cosas: llegó el señor con la compra del supermecado, tuve que guardar todo, descolgar la ropa lavada, hacer gimnasia por segunda vez en el día, etc, etc, etc) y cuando me di cuenta de que, efectivamente, el celular no había sonado, me generó una ansiedad en primer grado que me hizo que me costara conciliar el sueño. Hasta que me comí tres galletitas dulces y me entró un sueño bestial. 


El tema del teléfono nos resulta ideal para los maniáticos para crearnos una ansiedad. Hay otras situaciones ideales, léase: ir al médico, hacer un examen, salir con el tiempo justo para llegar a embarcar un vuelo, etc. Pero esperar una llamada telefónica es un tópico bastante idóneo. Ya sea cuando esperamos la llamada de un trabajo al que hemos postulado o cuando esperamos la llamada de alguien. En mi caso, pongamos un chico (Nota a quien se dé por aludido: a no emocionarse que hablo en general). 


Desarrollo de la situación: 
a) Dejamos el teléfono en un lugar visible y comprobamos que haya cobertura, no vaya a ser que el pobre llame y se encuentre con que nuestro teléfono no le da señal. 
b) Salimos corriendo cada vez que el teléfono suena: no quiero otra tarjeta; Internet me va bien y no quiero cambiar de compañía, mañana no puedo acompañarte a que te quiten los juanetes porque a esa hora trabajo, etc. Todo esto podría estar dándole señal de ocupado a quien realmente estamos interesados en que llame. 
c) Oímos que el teléfono suena. No... vaya, juraría que había sonado. Miramos bien que no esté en modo silencio. Por las dudas, subimos el volumen y ponemos el vibrador, cosa de que si me quedo dormida, se caiga al suelo y me despierte. (Atención: no quedarme dormida que justo llamará mientras duerma). 
d) Llama tu amiga para contarte que ha engordado y que el chico que está esperando que la llame, no la llama (vaya casualidad). Una hora al teléfono. Bueno, SEGURO que habrá intentado comunicarse ahora y le ha dado señal de ocupado. Investigo mis ajustes de llamada y compruebo que, aunque hubiera llamado, hubiera quedado registrada la llamada perdida. Ergo, NO LLAMÓ. 
e) No, por dios. Empezó el fútbol!!! Desde ahora, hasta las próximas dos horas, no llamará. Espero hasta las 22 (se acerca la hora en que yo duermo y el teléfono se desconecta). 
f) Hora de dormir. Desconecto porque peor que no llame ES QUE ME DESPIERTEN MIENTRAS DUERMO, entonces ahí sí, que George Clooney me puede decir que está viniendo a casa, que lo hecho con aceite hirviendo. 


Siguiente día por la mañana, enciendo el teléfono: NO LLAMÓ. Vaya! Otro día de ansiedad de primer grado. Estupendo, porque no tengo que buscarme hoy una nueva ansiedad. Ya tengo que: ir al correo a dejar el paquete (estoy agobiada), empezar a leer otro de los libros-bodrio, hacer el trabajo del libro-bodrio que ya me leí, darle clases a un alumno que no aguanto y ESPERAR A QUE LLAME. 


¿Saben qué les digo? A ver... que suena... ¿Hola?